martes, 6 de mayo de 2008

El under es la cura para la decadencia del rock


Sting, vocalista del grupo británico The Police, declaró a mediados del 2006 para la revista alemana “Stern” que el rock estaba agonizando, y reavivó una polémica que hoy vuelve a inquietar al mundo musical: ¿son estos los últimos días del género?

La realidad demuestra que este ritmo de más de cincuenta años de antigüedad es junto al pop el más popular entre los jóvenes del hemisferio occidental, sin embargo lo que Sting argumenta es cierto: “Uno se duerme cuando escucha esta música en el auto, esa lírica infantil acompañada de acordes de tres y cinco notas”.

Para sostener esta afirmación, sólo hace falta comparar los elementos rítmicos y armónicos de las grandes bandas de la década del 60, 70 y 80 (The Beatles, Pink Floyd, Led Zeppelin, Queen, entre otras) con la simpleza de las de este siglo. En los conjuntos originados treinta años atrás se podía escuchar modulaciones (cambios de escalas), disonancias, amalgama de compases y canciones totalmente instrumentales, lo que en las bandas de hoy sería imposible porque aburrirían con su monotonía.

Los jóvenes con inquietudes musicales, aquellos que buscan algo distinto o más elaborado, suelen explorar otros estilos, como el jazz, el blues o el tango (en los últimos años surgieron muchas agrupaciones en Argentina), o bucear en las décadas anteriores del rock para luego formar bandas tributo.

Los nuevos experimentos basados en la mezcla de la música tecno, dance, rap y hip hop con otros géneros como el punk o el pop no dieron buenos resultados y generalmente colaboraron con la simplificación del ritmo y la armonía de las canciones.

Pero ¿por qué las agrupaciones de hoy no buscan lo nuevo, lo distinto? ¿Por qué se conforman con mostrar lo poco que tienen sin esforzarse a la hora de la composición? La respuesta es simple: el que agoniza no es el rock, sino su espíritu. Los músicos que hoy se llenan los bolsillos interpretando “hits” de melodías simples y pegadizas dejaron de ser artistas y pasaron a ser sólo un producto más en este mundo consumista.

El rock nació en la década del 50 como rebelión, al margen de un sistema gobernado por los adultos y las restricciones de la escuela, la iglesia y todos los centros de poder. La juventud se sublevaba ante un orden, el mismo que, al verse amenazado por el nuevo género, decidió tragarlo, hacerlo parte de sí mismo. Hoy el mercado controla al rock y a través de las discográficas decide lo que se debe escuchar o no. Así, los medios de comunicación imponen modas y dirigen el rumbo de la música.


Discográficas, representantes, productores e interesados varios son los buitres del rock que hostigan al artista para no dejarlo crear. El género dejó de ser música para pasar a ser un “modo de vida”, renunció a su melodía para trabajar en su imagen, en su negocio.


El verdadero culpable de la decadencia del rock es entonces el sistema de mercado, que nos acostumbró a determinadas formas musicales. Por ende, sólo podremos encontrar la cura de esta enfermedad en el under, que se aleja por propia voluntad de una estructura que lo quiere obligar a ser de determinada manera.








Emanuel Villalba

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